El modo en cómo se crea una letra o qué mensajes transmitir en un disco, a veces, surge de la manera más absurda.
Un día como otro cualquiera, charlando con Carlos, guitarrista de Tokio, aproximadamente, marzo o abril de 2015, no lo recuerdo con exactitud y no sé cómo, ni a cuento de qué, me dijo: "Manuel, un día tienes que hacer una canción sobre la envidia que, por desgracia, hay mucha en este mundo...". Yo le contesté: " Cierto, es una pena, pero el problema no queda solo ahí, lo curioso de todo esto es que llega a creerse el envidioso que él es el envidiado, y eso sí que es una desgracia, pero no te preocupes que para el siguiente disco la hago. A los pocos días, paseando por el Retiro, cosa que suelo hacer habitualmente, me encontré con la estatua del ángel caído y recordé lo hablado con Carlos días antes, y me dije: "Ya sé cómo enfocar el nuevo álbum. Les comentaré a mis compañeros qué les parece la idea de hacer un disco conceptual, basado en los pecados capitales".
"Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales –se dice– son originados en aquel vicio como su fuente principal. […] Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada".
Tomás de Aquino.
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